Estamos en una época donde poco o nada de lo que nuestros ojos enfrentan cada día, es natural. La ciencia y la tecnología, han servido para mejorar la calidad de vida de las personas, tanto así, que incluso se ha llegado a alterar mucho de lo que nosotros consideramos como realidad.
Las revistas y diarios que consumimos a cada instante, están plagados de informaciones sesgadas y "modificadas" para hacerlas más atractivas para el público. Lo mismo sucede con las fotografías allí contenidas y todas las imágenes que sirvan de publicidad.
Ello sucede, porque en las sociedades de consumo, se privilegia todo aquello que vende. Pero ¿qué es lo que vende? Lo bello. Pero no lo que la sociedad en su conjunto considera como hermoso, sino que lo que aquellos que tienen el poder nos presentan como bello.
Sabido es que la industria de la alta costura, solamente contrata mujeres que, por su extremada delgadez, puedan lucir las creaciones de los diseñadores más famosos. Y se trata de verdaderos esqueletos con pelo que desfilan sobre zapatos imposibles de calzar y sobre trajes imposibles de adquirir por su alto costo. La particularidad aquí es que la importante no es en caso alguno la modelo, sino que el diseño. Pero esas mujeres "escogidas" deben aferrarse a algo para sentirse validadas y no ser tildadas de simples "maniquíes". Y lo hacen, promoviendo el estereotipo de la delgadez (raquitismo) como sinónimo de belleza.
Yo soy una asidua consumidora de revistas femeninas. Periódicamente consumo publicaciones con muchas fotografías de féminas rubias, delgadas, vestidas a la última moda, maquilladas a la perfección y, por supuesto, promotoras de un estilo de vida saludable y ejercitado. Eso no existe en la realidad.
Para qué estamos con cosas. Es extremadamente difícil mantener todo en su lugar: desde el pelo sin frizz, hasta la pedicure. Para andar a la moda es estrictamente necesario cambiar por lo menos cuatro tenidas completas por semestre, sin contar los accesorios y zapatos. Seguir una rutina de hidratación de la piel implica por lo menos utilizar tres productos diarios, sin contabilizar los desmaquillantes y productos de limpieza.
El maquillaje es un tema aparte. Junto con las tinturas y planchas de pelo, los lentes de contacto de colores y la variedad de cosas que existen para echarse en el rostro, se podría decir que prácticamente salimos disfrazadas a la calle, siendo otras personas.
Yo tengo varios productos para hacerme mejor de lo que soy. Más linda de lo que la realidad me presenta al mundo. Dentro de esas cosas, evidentemente existe el photoshop... herramienta maravillosa y democrática, que por su fácil acceso permite que cualquier persona con un dedo de frente, parezca que tiene dos. Tengo hartas pinturas, cremas y cuestiones que me hacen verme diferente cada vez.
Y debo reconocer que me disfrazo bastante bien. Cuando voy al Tribunal, me caracterizo de abogada. Y realmente pareciera que voy a meter preso a alguien, aunque sea audiencia de alimentos. Con maletín, trench y unos tacos del terror, la cosa cambia. Para nosotros los abogados es muy importante la imagen.
Lo cierto es que a mí no me gusta mucho tanta producción. Generalmente no uso maquillaje o uso poco. Tampoco me embetuno en cremas, no me pinto el pelo y ando con condoritos todo el día. Sin embargo, no me considero para nada fome. Y tampoco soy fea. Tal vez un poquito pasada de peso... pero nada tan terrible.
En poco más de un mes voy a cumplir 29 años. No tengo una cana en mi pelo. Mi piel mejoró porque dejé de fumar hace un año. No tengo acné... y decidí hacer algo que hoy es casi un crimen: Me saqué una foto... sin cortes ni ediciones.
No hice trampa. Agarré la cámara, me saqué una foto de frente, a color, con luz normal y no la edité. Y lo hice para decir que me siento feliz de ser como soy, a mi edad, con mis imperfecciones y para qué estamos con cosas, con lo bueno que tengo también. ¿Cuántas personas harán lo mismo hoy en día?
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