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Mostrando entradas de diciembre, 2010

Tortuga.-

Llevo cuatro días en el caparazón. No quiero salir de mi home. Teléfono apagado, señales de vida escasas. Gran parte del día tranquila, crisis esporádicas a la orden, mucha tristeza y frustración, creciente estrés no laboral. Mente en blanco, a ratos demasiada imaginación, sufro a morir dos minutos, cada cuatro horas. El resto de la vida, en paz. Un kilo menos, logro personal. Esta enfermedad no se me pasa, casi dos semanas resfriada. Asumo la depresión, pero quiero vivir mi vida, ser feliz con lo que soy, sólo no quiero salir ni hablar. No quiero dar explicaciones, no quiero contar cómo me siento, sé que estoy aquí, bien, protegida de todo mal. Rutina de pijama, ducha, pijama. Desayuno, almuerzo y once. Aunque parezca miserable, no lo soy. Soy más feliz que antes, mi cuerpo necesita estar escondido, mi alma necesita permanecer en silencio, necesito oír la vida dentro del caparazón. Mientras más quieta, me vuelvo veloz, le debilidad extr

Inseguridades.-

Existe un motivo para obligarme a no pensar. Y es que pienso demasiado. A veces me dejo guiar demasiado por lo que las personas en que confío me aconsejan, y es así como he caído de bruces en el suelo. Decepciones. Otras veces he pecado de soberbia y me he equivocado rotundamente, sin escuchar a nadie. Y al mismo suelo he llegado. Fracasos. Y la verdad es que no existe la forma de evitar todas las decepciones y fracasos que nos tiene reservada la vida. ¿Qué persona no querría evadir los males cotidianos, así como el río rodea las piedras? Eso me pone insegura. Por ejemplo, el tema de "los muebles" me estresa. Según mi razón (orgullo), debiera dejarlos donde están; según mis amigos y familiares, debiera recuperarlos; y según mi intuición, estoy haciendo lo correcto... desprendiéndome de ellos. Si me equivoco yo, es un nuevo fracaso. Si se equivocan mis amigos, es una nueva decepción. No hay forma de escapar. Ni siquiera tengo la seguridad necesaria para decidirme a publ

Andante.-

Ya ni recordaba la última vez que posé mi vista en una partitura. Las notas bailaban  como siempre, rogándome revivirlas. Y lo hice feliz. Abandonada a la melodía, y a esa hoja inerte, donde las fusas escapaban y las blancas descansaban. Fui feliz, la guitarra me esperaba, afinada fue esa partitura, en el momento indicado. Me perdí en la música, en la paz que sólo mis dedos pueden transmitir, y que mis oídos pueden disfrutar. Dichosos los que pueden expresarse a través de la música, porque no necesitan  nada más.-

En la práctica.-

La teoría en general es fácil de digerir. Decir que se debe ser humilde es mucho más sencillo que convertirse en un ser humano humilde. Decir que se debe vaciar la mente ni siquiera se compara a un pequeño intento por realizarlo. Es así como cada amanecer se transforma en un desafío para ser libre de conciencia, de alma, de mente y para seguir el camino correcto. Cada movimiento de energías en el hogar, cada pequeña fluctuación en quienes me rodean, me lleva a dirigir la vida de distintas formas. Ser una buena persona es mucho más fácil de lo que parece, ser una persona honesta es sencillo si uno está dispuesto a renunciar a todo. A veces, cuando veo a los monjes Tibetanos en la tele, me siento un poco como ellos, porque esa, en cierto modo, es una vida muy similar a la que llevo. Medito, leo, practico diariamente la sencillez en la vida, trato de mantenerme saludable, busco el equilibrio energético en todo lo que me rodea. No creo que la vida me haya regalado una segunda o

Mente vacía.-

Todo lo que poseo, es lo que necesito para ser feliz. Todo lo que anhelo, lo obtengo del segundo presente. La gente que aprecio, busca mi consejo y compañía, y encuentran en mi corazón toda la disposición y el cariño que buscan. Honro a cada instante a mis padres, por su labor sagrada y cotidiana de vivir la vida y de encausar la mía. Respeto a los niños, porque alimentan mi espíritu de inocencia y alegría. Me siento en el centro de la tierra, a observar estrellas y piedras, a oír el canto del mar en la cordillera, a oler las flores en el polvo del cemento. Hago y No Hago por mí y por el mundo, camino por la senda transformadora que me ilumina cada mañana. Soy y No Soy en auténtica plenitud, no busco la paz en mi corazón, porque ella me ha envuelto en una caricia, no tengo la verdad, sino que formo parte de ella. No soy una iluminada, ni una persona extraña, sólo soy un ser humano cuya esencia fluye constantemente en este lugar, siguiendo el camino de la f

En mi propia micro.-

Cada día tengo más claro, hacia donde viaja mi micro. Por un momento pensaba que ella  me llevaba hacia donde quisiera. Pero me equivoqué. Mientras me encontraba desorientada,  mi micro iba sola,  por el camino que quisiera cualquiera, menos yo. Ahora he caído en cuenta, que siempre he sido la chofer de mi propia micro, la responsable de los choques, la guía de mi destino. Tal vez no de manera tan tajante, como pensarán algunos, con algo de suerte y mucho de mirar al cielo, hacia adelante, siempre al cielo. A veces pienso en lo dejado atrás, en todo lo que se ha bajado o caído de mi micro, y me siento bien, de que todo haya pasado  en el momento preciso. En ocasiones tropiezo,  en otras, dudo del camino, hay días en que no cumplo  lo que me he propuesto, hay días de lluvia y tormenta. Pero ya no abandono mi micro, porque es lo único que poseo, no me interesa el dinero, el status, ni la aprobación, no tengo nada que demostrar. Sólo voy

Enfermedad.-

La cabeza revuelta, espalda adolorida, todo aquello que no deseo, ocurre en mis visiones. Lo que me ha gustado, hoy lo aborrezco, tengo frío y transpiro cansancio, no duermo. El día fue hermoso, sonrío, pero no ha llegado a mi ventana, alivio por la llegada de la noche, me espera una cálida velada. Uno tras otro, sin parar, se suceden los medicamentos el de las 3, el de las 5 y de las diez, amarillo crepúsculo, azul brillante. Ninguno parece aliviarme, de este dolor que no es mío, que es del cuerpo, de cabeza, estómago y pelo. Pasan las horas, la vida es una enfermería, el pijama mi armadura, en la trinchera de mi cama. Lucho contra el mareo eterno, en los mares de la fiebre, lanzas en las sienes es una batalla desigual. Quiero arrancarme los ojos sacarme las tripas,  arder en el infierno y llorar a gritos. Pero tomo líquidos inmortales, me separo del alma en el baño. Oigo mi mundo interior diciendo ¡Basta! Pero nunca basta, no me