La teoría en general es fácil de digerir.
Decir que se debe ser humilde es mucho más sencillo que convertirse en un ser humano humilde.
Decir que se debe vaciar la mente ni siquiera se compara a un pequeño intento por realizarlo.
Es así como cada amanecer se transforma en un desafío para ser libre de conciencia, de alma, de mente y para seguir el camino correcto.
Cada movimiento de energías en el hogar, cada pequeña fluctuación en quienes me rodean, me lleva a dirigir la vida de distintas formas.
Ser una buena persona es mucho más fácil de lo que parece, ser una persona honesta es sencillo si uno está dispuesto a renunciar a todo.
A veces, cuando veo a los monjes Tibetanos en la tele, me siento un poco como ellos, porque esa, en cierto modo, es una vida muy similar a la que llevo. Medito, leo, practico diariamente la sencillez en la vida, trato de mantenerme saludable, busco el equilibrio energético en todo lo que me rodea.
No creo que la vida me haya regalado una segunda oportunidad, sino que he llegado a un punto donde la espiritualidad sana de a poco mis inseguridades, donde enfrento mis temores y me siento llamada a madurar, pero no madurar materialmente como lo harían varios, sino que a madurar mi cuerpo, mente y espíritu, a velar por mí y a valerme por mí.
No soy una gran persona, sólo tengo en mis manos la posibilidad de serlo: conmigo, con las personas que amo y con el resto del mundo.
Decir que se debe ser humilde es mucho más sencillo que convertirse en un ser humano humilde.
Decir que se debe vaciar la mente ni siquiera se compara a un pequeño intento por realizarlo.
Es así como cada amanecer se transforma en un desafío para ser libre de conciencia, de alma, de mente y para seguir el camino correcto.
Cada movimiento de energías en el hogar, cada pequeña fluctuación en quienes me rodean, me lleva a dirigir la vida de distintas formas.
Ser una buena persona es mucho más fácil de lo que parece, ser una persona honesta es sencillo si uno está dispuesto a renunciar a todo.
A veces, cuando veo a los monjes Tibetanos en la tele, me siento un poco como ellos, porque esa, en cierto modo, es una vida muy similar a la que llevo. Medito, leo, practico diariamente la sencillez en la vida, trato de mantenerme saludable, busco el equilibrio energético en todo lo que me rodea.
No creo que la vida me haya regalado una segunda oportunidad, sino que he llegado a un punto donde la espiritualidad sana de a poco mis inseguridades, donde enfrento mis temores y me siento llamada a madurar, pero no madurar materialmente como lo harían varios, sino que a madurar mi cuerpo, mente y espíritu, a velar por mí y a valerme por mí.
No soy una gran persona, sólo tengo en mis manos la posibilidad de serlo: conmigo, con las personas que amo y con el resto del mundo.
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