La cabeza revuelta,
espalda adolorida,
todo aquello que no deseo,
ocurre en mis visiones.
Lo que me ha gustado,
hoy lo aborrezco,
tengo frío y transpiro
cansancio, no duermo.
El día fue hermoso, sonrío,
pero no ha llegado a mi ventana,
alivio por la llegada de la noche,
me espera una cálida velada.
Uno tras otro, sin parar,
se suceden los medicamentos
el de las 3, el de las 5 y de las diez,
amarillo crepúsculo, azul brillante.
Ninguno parece aliviarme,
de este dolor que no es mío,
que es del cuerpo,
de cabeza, estómago y pelo.
Pasan las horas,
la vida es una enfermería,
el pijama mi armadura,
en la trinchera de mi cama.
Lucho contra el mareo eterno,
en los mares de la fiebre,
lanzas en las sienes
es una batalla desigual.
Quiero arrancarme los ojos
sacarme las tripas,
arder en el infierno
y llorar a gritos.
Pero tomo líquidos inmortales,
me separo del alma en el baño.
Oigo mi mundo interior
diciendo ¡Basta!
Pero nunca basta,
no me quito esta piel enferma
como un abrigo,
no puedo quitarla.
Espero pacientemente
que deje de asfixiarme,
quién sabe a qué hora o año,
cuando se le dé la gana.
espalda adolorida,
todo aquello que no deseo,
ocurre en mis visiones.
Lo que me ha gustado,
hoy lo aborrezco,
tengo frío y transpiro
cansancio, no duermo.
El día fue hermoso, sonrío,
pero no ha llegado a mi ventana,
alivio por la llegada de la noche,
me espera una cálida velada.
Uno tras otro, sin parar,
se suceden los medicamentos
el de las 3, el de las 5 y de las diez,
amarillo crepúsculo, azul brillante.
Ninguno parece aliviarme,
de este dolor que no es mío,
que es del cuerpo,
de cabeza, estómago y pelo.
Pasan las horas,
la vida es una enfermería,
el pijama mi armadura,
en la trinchera de mi cama.
Lucho contra el mareo eterno,
en los mares de la fiebre,
lanzas en las sienes
es una batalla desigual.
Quiero arrancarme los ojos
sacarme las tripas,
arder en el infierno
y llorar a gritos.
Pero tomo líquidos inmortales,
me separo del alma en el baño.
Oigo mi mundo interior
diciendo ¡Basta!
Pero nunca basta,
no me quito esta piel enferma
como un abrigo,
no puedo quitarla.
Espero pacientemente
que deje de asfixiarme,
quién sabe a qué hora o año,
cuando se le dé la gana.
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