Llevo cuatro días en el caparazón. No quiero salir de mi home. Teléfono apagado, señales de vida escasas. Gran parte del día tranquila, crisis esporádicas a la orden, mucha tristeza y frustración, creciente estrés no laboral. Mente en blanco, a ratos demasiada imaginación, sufro a morir dos minutos, cada cuatro horas. El resto de la vida, en paz. Un kilo menos, logro personal. Esta enfermedad no se me pasa, casi dos semanas resfriada. Asumo la depresión, pero quiero vivir mi vida, ser feliz con lo que soy, sólo no quiero salir ni hablar. No quiero dar explicaciones, no quiero contar cómo me siento, sé que estoy aquí, bien, protegida de todo mal. Rutina de pijama, ducha, pijama. Desayuno, almuerzo y once. Aunque parezca miserable, no lo soy. Soy más feliz que antes, mi cuerpo necesita estar escondido, mi alma necesita permanecer en silencio, necesito oír la vida dentro del caparazón. Mientras más quieta, me vuelvo veloz, le debilidad extr...