Recuerdos de El Romeral y los parientes olvidados en medio de áridas quebradas que sólo ven churques y quiscos. Humea la negra tetera sobre el brasero donde se cocinan también unas churrascas, mientras mi abuela prepara un mate leche con hierbabuena, de esa que mi tío temprano extrajo de las cabras y que a esta hora escalan felices por los cerros grises y empinados. No se dan cuenta, que su savia materna se transforma en quesos que reposan madurando en un cuarto oscuro y la carne de sus hermanas fenecidas cuelga cual pantalones viejos secándose al sol. Y yo me río, ese día cualquiera, a las cinco de la tarde, mordisqueando mi churrasca con queso de cabra sorbiendo mi mate leche con hierbabuena, mientras pienso en dormir un ratito bajo la higuera que está al lado del molino, junto al estanque, allá en el huerto de mis ancestros.