Un buen libro, no lo es por su portada,
el ser humano tampoco.
Miles de almas apiladas,
la una contra la otra enfrentadas,
se miran sin sacarse los ojos
mostrando sus dientes,
odiándose.
Mientras, en un lugar obscuro,
un par de ellos se hechizan,
coquetean, se muestran
hasta lo más íntimo de su ser,
en una caricia velada.
Las personas pasan, miran,
se devuelven, comparan y se van.
Muchos esperan ansiosos
la llegada de su destino,
un lector empedernido,
que aprecie el alma
de cada libro.
Pero siguen allí,
valorizados por los colores
de sus portadas,
por el grosor de sus hojas,
por la calidad de su tinta.
Mientras la gente se olvida
que un día nacieron
en una sucia imprenta,
rodeados de pegamento,
y restos de sus hermanos textos
desparramados en el suelo.
Y hoy, lucen sus mejores ángulos,
exhibiendo las contraportadas,
diferenciándose en la multitud.
Una sociedad variopinta
en que todos conviven en paz,
las religiones y filosofías
comparten mesones,
la ciencia también tiene su lugar.
Los políticos no se insultan,
ni los de derecha, izquierda,
arriba o abajo,
se respeta al poeta,
al músico y al pintor.
En varios sectores
se aprecian los niños,
juguetones y coloridos.
Las revistas literarias,
los álbumes, fotografías.
Democracia artística en el aire.
Paseo por la feria,
y me siento a gusto,
porque sé que transito
en un mundo mejor.
Comentarios
Publicar un comentario