Mucho se ha hablado por estos
días de un proyecto impulsado por el gobierno, que busca crear un observatorio
judicial. Esta entidad tiene por finalidad ejercer una supervigilancia de los
fallos que dicten los jueces en nuestro país.
Algunos pensarán que este no es
un tema relevante para la sociedad, otros pensarán que tal vez sea necesario
que los jueces deben ser “fiscalizados” por alguien en el ejercicio de su
potestad jurisdiccional, otros pensaremos que esta iniciativa es
inconstitucional, pero lo cierto es que en nuestra legislación ya existen
mecanismos de control en torno a la
judicatura y que se encuentran en manos del mismo Poder Judicial.
Para tener una noción clara del
tema, primero debemos trasladarnos hacia los tiempos de la Revolución Francesa.
La teoría del Estado moderno implica que para un mejor cometido, éste debe
separarse en torno a las funciones que le encomienda la ciudadanía. La facultad
de gobernar, quedará en manos del poder ejecutivo; la de crear leyes y normas,
en el poder legislativo; y la de ejercer el control jurisdiccional de los actos
de los particulares, corresponderá al poder judicial.
Ninguno de estos tres “poderes”
del Estado debe interferir en las funciones que le sean encomendadas a otro. Y
es por ello que nuestro mismo sistema estatal incorpora herramientas de
comunicación entre instituciones, y herramientas de fiscalización internas.
En el caso del Poder Judicial, la
superintendencia disciplinaria y correctiva de todos los tribunales del país
(excepto del TC y el Tricel), corresponde a la Corte Suprema. Asimismo, existe
el recurso de queja, que constituye un mecanismo extraordinario contra los
jueces que en el ejercicio de su función cometan faltas graves y, por último,
sanciones penales a los jueces por los delitos de cohecho y prevaricación.
Entonces cabe preguntarse, si ya
existen herramientas tendientes a que los jueces ejerzan sus funciones dentro
de un marco jurídico determinado y basado en ciertos principios, con base
constitucional ¿qué es lo que se pretende con la creación de este famoso
observatorio judicial?
Simplemente interferir. Influir y
presionar políticamente a una institución que actualmente goza de independencia
partidista, que no va donde calienta el sol, que no hace lo que quieren los
medios de comunicación, sino lo que está establecido en la ley.
Esa ley, que según el ejecutivo
beneficia a los delincuentes, no la creó
el poder judicial, ni la asociación de magistrados, ni un puñado de abogados,
sino que un montón de individuos de diversas áreas que hoy se están exhibiendo
al pueblo, con ofertones de proyectos de ley al por mayor, con carteles,
panfletos y shows por todos lados y que no son capaces de dar explicaciones de
por qué no han sabido hacerse cargo de los reales problemas de política
criminal que tenemos en Chile, como son el hacinamiento en las cárceles y la
falta de inversión en reinserción social.
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