Hay veces que nos dedicamos a hacer tantos preparativos para nuestras actividades de esparcimiento, que al final nos producen un montón de estrés y desgaste, y al final, nuestro momento feliz se transforma en una lata.
Por eso a mí me gusta la cosa más light...y cada vez que ando tonteando por la vida quedo en evidencia.
Un par de sandwich, un jugo, agua, el bloqueador y chao. Picnic.
De hecho, el paseo nocturno del otro día, absolutamente improvisado, me dejó claro que tomando mi cartera y guitarra salgo feliz a cualquier lado, aunque sean las tres de la mañana.
Y es que para mí vale más la pena salir un rato a conversar de la vida, mirando las estrellas fugaces, al calor de una fogata improvisada, que estarme preocupando por weás. Que hace frío, que no hay nada para comer, que hay alacranes, que está oscuro, me da lo mismo.
No entiendo cómo la gente se complica tanto, si al querer algo, lo más importante es tratar de hacerlo.
Y la verdad es que la vida es más feliz así, con un poco menos de cosas y un poco más de libertad.
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