Siento rabia de inocencia,
De caer en las redes de tu miseria,
De envolverme en ella
Y de hacerla mía.
Maldigo el día.
Ojalá no seas feliz,
Ojalá no rías,
Ojalá no vivas.
Deseo que te pudras en tu mundo,
De preguntas sin respuesta,
De tormentos y fracasos,
De desilusiones y desamparo.
Anhelo verte llorar,
Ahogado en tu pasado,
Desesperado y solo,
Como siempre,
Como llegaste al mundo,
Solo.
Deseo que te enfrentes al espejo,
Y veas tu verdadero ser,
Las mentiras que creas de ti mismo,
La honestidad que dejaste en la cuna,
Los inmensos vacíos de identidad.
Y te darás cuenta, algún día,
Que no eres tanto como creías,
Que eres un vil humano,
Despreciable por lo poco,
Cínico como tantos otros.
Quizás ya lo sabes,
Por eso temes al espejo,
Porque ves en él a quien desprecias,
A quien ignoras y humillas en tus pensamientos,
Ves a quien quieres dejar de ser.
Maldigo el día,
En que mi camino de flores y cantares,
Se mezcló con el tuyo sombrío,
Apagaste mis luces,
Dormiste mis alegrías.
Enturbiaste todo con tu amargura,
Con tu alma siniestra,
Con tu mirada podrida,
Con tus labios torturados,
Con tu muerte en vida.
Maldigo el día aquél,
En que me entregué a tus brazos,
absorbiste mi energía,
la usaste para respirar,
para arreglar tu maldita e insípida existencia.
Y luego me desechaste,
Inerte y envenenada,
Con tus miserias y tus carencias,
Arrancaste mi alma y la ocultaste.
Te olvidaste de mí
Y yo me olvido de perdonarte.
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