Horas muertas,
sin risas ni llantos,
sin un último suspiro agónico
que marque el fin de la nostalgia.
Tumba cavada en un espacio cualquiera,
expuesta al público, para que aprendan
la profunda simpleza del olvido.
Segundos borrados, recuerdos marchitos,
sin risas ni llantos,
sin un último suspiro agónico
que marque el fin de la nostalgia.
Tumba cavada en un espacio cualquiera,
expuesta al público, para que aprendan
la profunda simpleza del olvido.
Segundos borrados, recuerdos marchitos,
yace todo bajo la tierra,
sin vida... sin muerte.
No hay nadie ahí.
La tumba está vacía de seres,
escapados del pasado, quizás en qué futuro,
rebuscando las ansiadas libertades.
Libertad para no morir otra vez
y cavar otro agujero
donde enterrar los errores,
los vacíos, las miserias.
sin vida... sin muerte.
No hay nadie ahí.
La tumba está vacía de seres,
escapados del pasado, quizás en qué futuro,
rebuscando las ansiadas libertades.
Libertad para no morir otra vez
y cavar otro agujero
donde enterrar los errores,
los vacíos, las miserias.
Cantar por la muerte que no llega,
por la indiferencia después del día triste,
cantar por los miles de soles obscurecidos
para otros que yacen en sus sepulcros, fenecidos.
Bailar sobre el agujero en la tierra,
colmado de miles de no sé qués,
hundiendo más las lágrimas en el barro,
de los días de ensueño, de las noches mágicas,
de los instantes agotados.
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