Quién iba a pensar que San Valentín iba a pasar a segundo plano para mí. La verdad es que comenzó siendo un día más de trabajo y terminó siendo un completo desastre. El plano sentimental nunca estuvo en el primer lugar, y eso que me esmeré por tener un día relativamente agradable (con chocolate incluido). Pero lamentablemente, era el destino el que me jugó una mala pasada y el trabajo absorbió mis energías por completo. Faltaron en mi clásico paseo del atardecer, las parejas tomadas de las manos, los besos apasionados robados en alguna esquina a media luz, declaraciones de amor escritas en la arena, o tal vez algún juramento eterno y medio vandálico sobre una roca o sobre el pavimento. Me hubiera gustado ver a los demás demostrándose sus afectos de forma más romántica en el día de los enamorados, y no haber sido la única persona que vio la puesta de sol frente al mar en varios metros a la redonda. Tal vez todo ese romanticismo que aún conservo, en los demás se atrofió ...