Para qué estamos con cosas. hoy no ha sido un buen día. A veces tenemos que tomar decisiones dolorosas en bien de algo superior y dejar de lado nuestros intereses momentáneos.
Ayer pensaba en lo triste que sería ir caminando feliz por la vida y ver en el suelo una mariposa paralítica imposibilitada de volar. Qué sensación me produciría. Tal vez frustración, impotencia por no poder ayudarla a volar, dolor, tristeza, rabia por lo injusto de la vida. Quizás.
Y resultó que hoy, después de haber decidido continuar caminando con la vista al frente, miré al piso y allí estaba. Una hermana mariposa.
Al principio no me percaté de su estado, pero cuando me acerqué y no se movió, vino a mí toda la pena del mundo. El corazón se me apretó hasta desangrarse completamente y lo sentí.
Tomé la Mariposa, rojinegra como yo, y me la llevé por las calles a ofrecerle un descanso a sus restos.
¡Qué dolor más grande ver una mariposa muerta!
Sólo pude sentir paz, cuando vi su minúsculo cuerpecito meciéndose al compás de las olas, como si volviera a batir sus alas en un cielo líquido y pudiera eternamente volar.
Lamentablemente tengo que recordarme constantemente lo doloroso que es partir y dejar partir. Pero lo necesario que es a veces.
Adiós hermana mariposa, vuela sobre las olas tu espíritu y viaja eternamente con el mar.
Un huracán al otro lado del mundo, un sentimiento o una revolución. El vuelo de una mariposa puede organizar efectos y hacerlos inesperados. Que tan complejos somos, que somos, porqué murió ahí? Siempre he pensado que cada especie, sea esta habitual en el cielo, mar o tierra, tiene una condición extra, por lejos incomprensible. La ciencia muchas veces nos cierra los ojos, pero las especies están ahí, solo hay que observar, como las luciérnagas de la bahía, simplemente iluminan, pero nadie las ve brillar…
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